

Imaginemos un mundo sin rozamiento y sin atracciones. Sigamos a Galileo mientras se aleja de las ideas de Aristóteles y de las explicaciones triviales para adentrarse en el mundo de la idealización científica.
Imaginemos un caracol que se mueve en línea recta. ¿No es la oportunidad ideal para tomar datos precisos de la posición del bicho en muchos momentos? Con eso podemos armar una tabla y, luego, un gráfico y empezar a analizar el movimiento con diversas herramientas matemáticas. No tenemos un caracol, pero sí algo parecido.
Ahora, que tenemos herramientas para describir y analizar un poco el movimiento, podemos aplicarlas para ver si algo se mueve con velocidad constante (movimiento uniforme) o no lo hace.
Vamos paso a paso, analizando las operaciones que realizamos al calcular una velocidad y, a partir de allí, generamos una definición operativa de velocidad promedio. Parece una tontería, pero ¡no lo es! Hay que hacerlo bien para no caer en errores más tarde.
La definición que hicimos de “velocidad” tiene una ventaja: su signo nos dice el sentido del movimiento. Es un primer acercamiento a la naturaleza vectorial de la velocidad, que será importante en contenidos futuros. Aquí, usamos solamente el cambio de sentido de movimiento: ¿se mueve hacia adelante o hacia atrás?
Los gráficos son herramientas poderosas. Afianzamos esas herramientas con ejercicios kinestésicos (análisis de movimiento utilizando el propio cuerpo) y el estudio de gráficos que no representan movimiento, sino otras formas de cambio.